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martes, 12 de julio de 2011

S.O.S.

Estaba esperando que me pase algo trascendental para compensar por la sequía trascendental que había pasado este blog durante toda esta temporada. Truth is, hay cosas que el dinero no puede comprar, inspiration being one of them, para todo lo demás, existe Master Card.

Mi perro ha huído de mi morada. Sí, el mismo que hace poco más de una semana deleitó a todos los habitantes mi casa con sus morderuras agresivas, su energía sobresaltante y su pelo de perro chusco recién recogido del escusado. Este, decidió, en un ataque de energía escurridiza, deslizarse por la parte de abajo de mi reja y huír a ese mundo que no es ningún lugar para los débiles; o por lo menos esa es la hipótesis más sustancial. Las demás, señalan que se lo llevaron lo extraterrestres, que Román decidió envenenarlo en un acto de falta de paciencia o que el repartidor de periódicos lo forcejeó por la reja para llevárselo a su casa. Dom, el pobre cachorro bautizado en nombre de Dom Toretto aka, el rey de las pistas, se escapó, confirmación suficiente para enfatizar la ineficiencia de mi familia y sus derivados, en cuanto a mascotas se refiere.

La historia de mi familia y su ineficiecia a la hora de criar mascotas se remonta a la época en la que mi hermano y yo, el burro por delante, asistíamos a Kermesses. La verdad, creo que él todavía asiste así que por el momento recalquemos que yo, dueña y señora de la responsabilidad de las mascotas en mi hogar, ya no asisto a ninguno de esos muladares al aire libre con exceso de música reggaetónica y 78 personas por metro cuadrado. No honey, I’m past that phase.  Y tampoco uso jeans Bugui ni casacas Roxy, por más de que tú todavía no hayas asumido que la adolescencia la podías dejar back in 2007. Pero volviendo al tema, porque francamente, tienes tantos errores en tus difraces (porque a eso no se les puede llamar outfits) que mejor espérate a mi libro. Este, va a ser un merge entre “An extra half an inch,” hombres no malpiensen, de Posh Becks, y una versión fashionista de “El dedo meñique” de nuestra amiga Frida. En fin, fue en una de esas kermesses de ese colegio que no tiene reparos en anunciar su evento hasta en las radios, 
donde tuvimos el agrado de obtener a nuestra primera mascota.

Slam, el pollito con nombre de onomatopeia de pelota de squash de Los Condores, llegó a nuestros hogares en el mismo envase de tecno por en el cual te dan el pollo a la brasa para llevar luego de un justo y necesario enchanche @Pardo’s Chicken o cualquier restaurante de pollo que decidió embutirte la comida hasta por las axilas y te dejó sin más oportunidad que pedir para llevar. Fue uno de esos envases, al costado de un poco de sabe Dios qué trigo, el cual acompañó a Slam durante su corta estadía en mi hogar. Este, en una caminata al jardín junto a mi siempre sensible hermano, terminó siendo aplastado por él, ese mismo niño que el sábado pasado había llegado a la casa claiming a mi madre de que tenía un nuevo amigo. Sí, tenía solo 9 años y ya la desilución le había tocado a la puerta. Había tocado el timbre, había golpeado la manija, y finalmente, había derribado la chapa con esas cosas que solo los ladrones del Perú, fieles seguidores de Sarita Colonia, saben como dominar.

En una ataque de cuadraplegia aguda, Slam fue llevado a la división de cuidados intensivos de la veterinaria SOS, donde, esa fiel pareja de veterinarios eficientes le hicieron una intervención quirúrguica más trascendental que las que hacen en Grey’s Anatomy cuando participan todos menos Karev y él se queda viendo desde la salita de arriba. ¡Qué tal salita! Mentira, para serles 100% sinceros, guardamos a Slam en su casita, o lo que habíamos creado a partir del envase de tecno por, hasta que al día siguiente, el niño desilusionado parta a su casa de estudios. Una vez que eso pasó, vimos al pobre morir, y, mientras recitamos los debidos rezos, pensamos en las excusas que le podíamos dar so that his spirit was not as crushed as Slam’s body cuando un falso paso hacia atrás lo dejó sin vida. Morir aplastado, sólo la suerte de un pollito domesticado.

En esa época, mi mamá, dueña y señora de todos los quehaceres empresariales de mi morada, tenía dicha y bastante involucración con la empresa de pollos, pavos, lechones, embutidos y de vez en cuando algún simpático paté, San Fernando. Sí, los mismos que se acaban de ganar un premio Effie (research if you really wanna know about it) por la creatividad vertida en su más reciente campaña publicitaria. Los Benavides, la buena familia. Los Perez, la buena familia. Los Freitas, la -ineficiente y destructora de animales- familia. En fin, lo que nos falta de cuidado lo compensamos en creatividad, y es que, todos los integrantes de mi casa confabulamos en crear un cuento tan verosímil e inverosímil a la vez, que sólo la ingenuidad de un niño de 9 años criado en un entorno como este hubiera sido capaz de creer: habíamos llevado a Slam a San Fernando para que crezca y se convierta en un pollo grande y fuerte, y venga cuando ya esté bien. Hoy en día, 78 años después, me doy cuenta de la gran traba que tenía la historia, y es que, si es que crecería tan grande y fuerte, ¿no hubiera San Fernando dudado en entregar un potencial buen raw material para un regio paté, a una familia que, eventualmente, iba a terminar desahaciéndose de él one way or anothah? Pues claro, tenía 9 años, y yo sólo 11.

Pero lo que pasó el día de hoy a aproximadamente las 9:27 am, excede todos los límites de la torpeza de los seres humanos y de los habitantes de mi familia para preocuparse por un ser externo a ellos mismos. Hoy, el Coronel Mostaza, con el candelabro, en el invernadero, terminó con la vida del cachorrito más engreído y juguetón de todo el Upper East Side de San Isidro. Y si no me creen, sólo miren el mapa. Ese mismo cachorrito que había llegado para irremplazar lo irremplazable, probó, por segunda vez, que hay casas que simplemente no fueron concebidas para traer una mascota al mundo. Y es que, lo sucedido entre las 9:14am y las 9:26am es comparable a algún crimen discutido alrededor de una mesa de Clue, un capítulo de CSI o una película de Kiefer Sutherland, su padre, y todo el resto de su árbol genealógico. En este lapsus de tiempo, cuando yo me encontraba vistiendome para atender a mi rutina diaria deportiva, Dom parece haber huído.

En una cuidadosa entrevista con Carmencita, que para quiénes la conocen saben que no tiene REPARO algún en contestar a cualquier pregunta, se la hayas preguntado o no, quieras saber su respuesta o no, o hayas estado presente o no, descubrí datos incoherentes. La expresión hablar hasta por los codos se queda corta en cuanto a Carmencita se refiere, sobretodo cuando se trata de quejarse por mi supuesto hurto a la televisión de la salita de estar, o mi inhabilidad para mantener un cuarto ordenado. En fin, ella señala que entre las 9:14am y las 9:26am, se encontraba limpiando la podredumbre que había dejado Dom en el tercer piso. Sí, era un perro querido pero cochinaso, cómo digno niño de los 3 meses que tenía, dejaba desperdigado su aroma y luego alguito más, por toda la casa. En esta oportunidad, había decidido interferir en el OCD que goes on en Lavanderías Freitas Eléspuru, localizadas en el tercer piso de la casa menos ordenada del Perú, pero que igual guarda su cierto órden a la hora de confundir mis prendas íntimas con las de mi hermano. ¡Hasme el favor, hija! En fin, Carmen alega eso como su defensa.

Román, brazo derecho por excelencia de mi madre, encargado de conducir un carro que lleva consigo un imán a cualquier tipo de tráfico, sea a donde sea que tienes que llegar, alega que se encontraba en el garaje “viendo” como Dom jugaba con una botella de Coca-Cola. Francamente no entiendo como de verlo, dejó de verlo, de oírlo, de sentirlo o de preocuparse por él. Y es que, JUSTO en aquel momento, identificado luego por el Serenazgo como aproximadamente las 9:18am, la paisana de Trujillo, que no entiende todavía que sus individuales tejidos a mano han sobrevivido las inclemencias de los concurridos banquetes que se llevan a cabo en mi hogar, y estoy siendo sarcástica, tocó el timbre para vendernos un nuevo set. Román, dejó de contemplar a Dom para abrir la puerta que luego significaría el fin de su corta estadía en mi morada. Dejando esa puerta abierta para hacer pasar a la paisana a la cual soy capaz de track her desde Huanchaco hasta Chimbote para que me devuelva a mi animal, si es que ella se lo ha robado y no fue el Coronel Mostaza, Román dejó al perro libre para que circule en la parte de adelante de mi casa. Con un clear view a la reja.Y fue así cómó, en un abrir y cerrar de ojos y mientras Carmen se hacía la limpia arriba, suponemos que Dom se deslizó, dejando la botella de Coca-Cola, su cama y su comidilla en el plato, olvidados, con la intención única de hacerme drop a few tears cada vez que paso por ahí. ¿Qué quieren que haga pues? Ya me había encariñado.

Y con esto concluyo la fiel historia del primer perro que pasó por mis manos, esperando que vengan muchos más y rogándoles que si encuentran al canino que desató más likes que Profile Picture de Sandrita Buse en su corta estadía por mis Wall Photos, por favor me metan una llamada.

Un beso
Abracen a sus perros de mi parte
-M

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